Ana
Bombon

Ana Bombom's Recent Blogs

My blogs are private just to my fan club members! I can write dirty fantasies or keep you updated about my life with my blogs.

Calor Date: Nov 20th @ 4:42pm EST
Muy divertida y sobretodo extrovertida en cuanto al sexo.
Pensandolo bien hasta muy complaciente y desde que tengo uso de razon, me he
cojido a cuanto hombre me ha pasado por el frente.

En fin con este calor y viendo cuanta cachonderia me pasara
por la internet, me puse muy caliente y con ganas de sexo.

Sola en casa encendi el aire y me saque toda la ropa. Quede
desnudita frente a la computadora, deseando que mi amiga viniera a visitarme. Me
imagine que entraria en el estudio y me sorprenderia en tangas y yo sin mas ni
menos le pediria que se sacara la ropa , al final las dos hace un tiempo que nos
consolamos mutuamente, ya que no tenemos pareja. En un par de ocasiones
intercambiamos parejas y protagonizamos unas orgias espectaculares. La idea de
imaginarla abierta frente una vez mas, tocandome las tetas y chupandome los
pezones me puso a mil.

Baje mi mano movia hacia un lado mi tanga y humedecida con
mis saliva y comenze a frotarme el clitoris y a besarme mis tetas.

Recordaba aquella tarde cuando Juan se la cojia por el culo
mientras yo le chupaba la cuca con frenesi. Su olor su divino olor de puta
complaciente.

Tome un marcador grueso de la mesa del estudio y me lo
introduje presionandolo contra la silla y cerrando mi cuquita comenze a moverme
mientras me toco el clitoris de a poco y en microminutos para no correrme.
mmmm!!!

Como me gustaria ser penetrada por mi culo por una verga
enorme mientras ella me mete los dedos en mi raja con su cara de perra y su boca
llena de baba por ganas de chupar la verga que tengo dentro. Sofia si supieras
como me masturbo por ti y como me estoy mojando ahora mientras escribo esto. -la
silla esta humeda- Mientras me sigo dando por ti con fuerza hasta que comienzen los
espasmos.

Saque el marcador de mi vagina y lo introduje en mi culo
mientras metia mis dos dedos en mi raja me coloque en 4 patas y tuve el orgasmo
mas divino a solas.

No te puedo decir como quedo esta silla llena de mis jugos.
Aquellas Tetas Date: Nov 20th @ 4:35pm EST
Estando trabajando hace unos años en una tienda de muebles,
tuve una relacion un poco especial con una de mis compañeras. Ella era mas joven
que yo, tenia 25 años, estaba casada, y era guapa, con un buen culo, y unas
tetas pequeñas, pero muy bien colocadas. Poco a poco, empezamos a tener
confianza, y note, que llevaba siempre las conversaciones, por caminos que
llevaban siempre al sexo. Yo soy un poco timido, y acababa siempre cambiando de
tema.




Un sabado, que trabajabamos habia poca gente. Ella llevaba un
pantalón de lino, y se le trasparentaba toda su braguita. Yo, dado que siempre
estabamos de broma, y teniamos una buena relacion de amistad, le dije:




_Ten cuidado con esos pantalones, que se trasparentan.




Ella, se dio la vuelta, y riendose, me contesto algo, que me
dejo muy cortado:




_Y te gusta lo que ves?




Yo le dije que si, que claro, pero me di la vuelta, y me fui
a mi despacho, alucinado de lo que acababa de ocurrir.




Al poco rato, aparecio ella cerro la puerta, y comenzo a
darle vueltas a la conversación, que si se me ve, que si te gusta, que si mi
culo esta muy bien, y le gusta mucho a los tios, que si una cosa, que si otra,
total que empezamos a hablar de sus tetas. Que si ella las enseñaba en la playa,
que si le gustaba enseñarlas, que si eran muy bonitas... y me pregunta...




_ Te gustaria verlas




_ Si claro. Dije yo, sin saber lo que estaba haciendo. Pero
seguro que no te atreves a enseñarmelas.




_ Que te apuestas?




_ Nada, porque no seras capaz.




_ Como las quieres ver, con sujetador, o sin el?




_ Como tu quieras, dije yo. Pensando en que no pasaria nada.




Me quede de piedra, yo sentado detrás de mi mesa, y ella de
pie, delante de mi, solto los papeles que traia en la mano, y muy despacito, se
levanto su camiseta, agarrando de su sujetador, para mostrarme sus tetitas. No
se me olvidaran nunca, eran pequeñitas, bueno de tamaño medio, con los pezones
mas sonrosados que he visto nunca. Preciosas.




Ni que decir tiene que me puse malisimo, y que me quede sin
poder decir nada.




_ Te gustan o no?




_ Si, son preciosas.




_ Ves como si era capaz...




Me quede impresionado, y con ganas de hacerle lo que estaba
buscando, pero decidir esperar, y seguir jugando con ella.
Oficina de Correos Date: Nov 13th @ 12:36pm EST
pechos eran pequeños, pero parecían mas grandes debido a
su delgadez, su culito muy marcado junto con sus caderas, las cuales siempre
quedaban bastante señaladas en su cuerpo.


Bueno, a todo esto debo indicar que mi nombre es Daniel
(Dani) tengo 33 años y trabajo en una gestoría, lo que continuamente me provoca
desplazamiento a dicha oficina con el consiguiente calentón que sufro al ver a
Bea. Tanto roce como podéis imaginar hizo que mi relación con ella pasara del
simple "buenas tardes" al "hola que tal estas" y de ahí al "saludo por la calle"
sin prácticamente habernos parado a charlar.


Pero todo cambio una tarde de noviembre del año pasado. Me
acerque a la oficina de correos a enviar un Burofax y unos cuantos certificados,
cogí mi numero de rigor, y esperé a que fuera mi turno En ese momento estaban
dos personas atendiendo al publico y una de ellas era Bea (prácticamente no me
fije) pronto fui atendido y tuve la suerte de que fuera Bea.


Todo marchaba como de costumbre, pero surgió un problema, el
Fax no aceptaba mi envío tras varios intentos inútiles, lo que motivo que
viniera el Jefe de Servicio, el cual me invitó amablemente a que viera como se
realizaba el envío desde una sala contigua de clasificación de cartas, allí nos
desplazamos los tres. Bea, estaba nerviosa e insistío a su Jefe realizar ella
misma el envío, tras lo cual el mismo nos dejo solos a los dos. El ambiente era
muy frío, pues la sala aproximadamente de unos 50 m2 infundía a ello.



La muchacha repetía una y otra vez que no "entendía" porque
no funcionaba su fax, que toda la tarde habia funcionado.


En ese momento, justo en ese momento, me fije detenidamente
en ella, vestía unos vaqueros Levi´s 501 muy justos, cinto de piel marrón ancho,
y un jersey de hilo de cuello alto muy ajustado, fino, tan fino que permitía
metérselo por dentro del pantalón.




Yo situado detrás de ella no podía dejar de mirar su culito,
"que coño de culito" CULO, porque era un señor culo, ajustado, (por cierto sin
marca de braga) lo que me inducía a pensar que llevaba tanga.


Realmente no se como paso, pero cuando estaba agachada y se
levantó la tome por la cintura de espaldas y la apreté contra mi pecho, (espere
llevarme un guantazo), ella no dijo nada, realmente no hizo nada.


Se dejó llevar como si nos conociéramos de toda la vida, o
como si lo estuviera esperando, tal vez por el ímpetu, pero así fue.


Yo también, me hubiera gustado poder dedicarla mas atención,
pero las circunstancias, el lugar, la situación, no lo permitían y ella lo
sabia.


Jamás la desnude pero me la folle, ¿como que si me la folle?
Como dios manda (o asi creo).


Rápidamente, desabroche su cinturón, y baje a media altura
esos jeans que llevaba (no sin trabajo, por lo ajustado que los llevaba), su
tanguita, como ciertamente pensé, era negro, de esos de tira, fino, finísimo,
que se introducía en la raja del culo y labios vaginales prácticamente sin
notarse, y su piel era fina, finísima y suave como los melocotones.


Yo, sin mediar palabra, descendí rapidamente hasta su ano, el
cual lamí, desesperadamente, prolongando la operación hasta su clítoris, fresco,
muy fresco ("es una sensación que siempre me pasa con las mujeres que llevan
tanga. Su coño tiene algunos grados menos de temperatura"). Rápidamente me
bajé la bragueta, mi berga, estaba roja, hinchada, a punto de estallar,("circunstancia
que de pensar que nos pudieran pillar, nunca hubiera estado así"), jamás
pretendí que me la chupara, pues no tenia tiempo, tenia de romper aquello, de
una manera o de otra, pero romperlo.




Apunte mi glande sobre su raja, y apreté; tengo de reconocer
que apreté, todo lo que pude y entre, entre en su coño.


Comencé a follármela, con fuerza, pero no me hizo falta; Bea
tenia una cavidad vaginal, ampliamente dada de sí, pese a su reducido tamaño
físico. En ese momento yo me encontraba ya sentado en una silla giratoria y Bea
encima de mi de espaldas y abierta, muy abierta. Mientras continuaba el "va y
ven" yo la ayudaba al mismo agarrándola por las caderas, huesudas, marcadas por
su delgadez, pero hermosas. Bea pese a parecer una muchacha limpia
exteriormente, era una cerda, pues su coño desprendía un olor fuerte mientras
follábamos, pero agradable; y su ano, cuando se lo comí anteriormente
vislumbraba algún que otro resquicio de suciedad, pero no me importaba, estaba
buenísima y este era mi momento.


La muchacha disfrutaba, pero debido al lugar donde nos
encontrábamos contenía sus gemidos, cosa que yo también tenía que hacer.


Acto seguido, me decidí a romperla el culo. En la misma
situación que nos encontrábamos, no me era difícil sujetar a Bea con una mano y
con la otra apuntar mi glande sobre su ano.


Ella no dijo nada, yo esperaba que se negara, pero no dijo
nada. Circunstancia que me hizo presagiar que no era el primero en explotar ese
lugar. Efectivamente sin lubricación alguna, solo con los jugos vaginales que
habían resbalado de la penetración vaginal, se la introduje, a media altura,
hasta la mitad.


En ese momento Bea soltó las manos que tenia apolladas en mis
piernas y las dejo en el aire, (yo estaba anonadado) y cual fue mi sorpresa que
se quedo en vilo, solamente sujeta por su pies al suelo.


Sabia perfectamente lo que hacia.


Posteriormente se introdujo una mano por dentro del suéter y
comenzó a acariciarse los pezones y con la otra se tocaba el clítoris, ella
sola.


Sin decir nada comenzó a flexionar las rodillas para iniciar
el "vaivén" respectivo. Yo alucinaba, "me estaba follando ella a mí".


Para contribuir a su trabajo, levanté de un golpe seco la
pelvis de la silla, y entro "valla si entro" toda de un solo golpe. El
movimiento fue frenético, aquello era la gloria, su ano se ajustaba
perfectamente a mi polla, estábamos acoplados de una manera integral, tanto que
en un abrir y cerrar de ojos me corrí dentro de su ano. En ese momento pensé que
aquello había terminado, pero no, ella seguía, necesitaba satisfacer su placer y
yo no podía defraudarla.


Yo tenia una sensación agridulce dentro de mi, por un lado me
estaba follando a una delicia de muchacha, pero por otro lado aquello no tenia
ningún merito, ese ano había sido dilatado en muchas ocasiones pese a la corta
edad de la muchacha, lo que unido al lugar donde estábamos y las circunstancias
del momento indicaban que ella estaba acostumbrada a ese tipo de juegos.


Mientras seguía disfrutando de su ano, el cual por cierto,
veía desde mi posición como se tragaba mi polla con facilidad, contemplaba como
se desprendía una sustancia lechosa (cuando mi polla estaba en la posición mas
alta y fuera del ano), de un color café con leche, era como "crema oscuro",
posiblemente producto de mi primera descarga de semen y residuos de excrementos
que lógicamente se encontraría en sus intestinos. De repente ella hizo un
movimiento brusco de columna hacia atrás. Concretamente hacia mi, lo que
facilito que con una mano tocara por el interior del jersey sus pechos pequeños
y firmes, bajo un sujetador de relleno; y con la otra mano acariciar el bello
situado encima de su clítoris (Bello escaso, pero no depilado, de poca
altura, posiblemente rapado, en alguna ocasión) el cual me llamó mucho la
atención, pues, solo era de unos centímetros de longitud hacia el ombligo.


"Era una muchacha perfecta para llevar tangas o bragas de
talle corto, pues su mata de pelo era testimonial. "


En ese momento el vaivén se hizo frenético y ella tuvo un
orgasmo de fuerte caudal, tanto que mis canzoncillos y mis pantalones, situados
a la altura de los tobillos, quedaron impregnados de aquella sustancia viscosa.


Sin mediar palabra, Bea, de desacopló, volvió a colocarse la
tirita del tanga en su sitio, pues en ningún momento se lo quitó y se subió los
pantalones, con una mirada picara me dijo "vamos que hay que poner un Burofax" y
acto seguido conectó la maquina. Simplemente la enchufó a la red eléctrica. Me
sentí engañado, con una cara de "gilipollas" cuando me dirigía a la salida que
no os podéis imaginar; y para colmo los compañeros de Bea la saludaban muy
amablemente.


La chica se tenia que haber "follado" a toda la dependencia
del Servicio de Correos de la provincia, y yo era una muesca mas en su coño.


Los días pasaron y cuando yo me acercaba a Correos y ella
estaba allí, todo era como al principio saludos y nada mas. Nada mas, porque una
vez directamente en la ventanilla, donde ella atendía al público, la dije que
deseaba volver a follarla, pero esta vez en mi casa, con calma y a mi gusto,
pero nunca aceptó. Siempre se evadía.


Una de dos, "o no estuve a la altura de aquella muñeca" ó
"Bea, era una ninfomanía, una putilla que no cobraba, pero en definitiva una
putilla".

Bebida Date: Nov 13th @ 12:29pm EST
A Isabella, la rubia compañera de trabajo, la reconocía como a la única
propicia para escuchar mis dilemas. Sabía que era bastante madura a pesar
de sus veinte años y, por haberla encubierto o defendido en más
de una ocasión, se hacía merecedora de mi absoluta confianza. Algunas
veces también se había hecho incontenible alguna discusión;
como en aquella oportunidad en la cual nos encontrábamos ambas, copas de
por medio, en mi pequeño apartamento. A Isabella le esperaba un excelente
futuro si con los años aprendía a manejar aquel aspecto dominante
y magnífico de exuberante mujer, con sus ostensibles y abundantes formas.
Yo en cambio, algo más menuda con mis veinticinco años, poseía
esa inseguridad que un ser humano puede arrastrar toda la vida: tengo el cabello
negro y algo más corto que el de Isabel, y una presencia menos carismática
lo que, inevitablemente, me lleva a refugiarme permanentemente en los consejos
de mi amiga.

- ¡Qué importa si ese tipo ni te mira! - me decía
Isabel al respecto de lo que acababa de manifestarle -. Acaso, ¿no existen
millones de hombres en el mundo? - concluyó exhalando un cierto vapor etílico
sobre mi rostro, mientras compartíamos el mismo sofá de tres plazas.

-
El caso es que me atrae este - le expliqué -. Me parece un buen individuo.

-
Permítame... Te felicito - expectoró sonriendo socarronamente; y
sacudiendo un vaso de Martini que salpicó licor sobre la mesita ratona.

-
¿No estás de acuerdo?

- Lo que creo - apoyó el vaso en
el mueble -. Es que, de continuar así, terminarás esclava de algún
"buen individuo". Tienes veinticinco años; ¡y te está
llegando la hora de buscar desesperadamente un semental para tus hijos! -. Soltó
esto último con una risa.

- ¿Acaso crees que no está bien
una compañía estable? - seguí indiferente al humor agresivo
de mi compañera.
- ¡Lo que me parece mal, es someterse así
como así a un hombre!

Percibí en Isabella el avanzado estado de
embriaguez. Pese a molestarme la altanería con la que me hablaba, quise
seguirle el punto sirviéndome también un vaso lleno de licor y bebiéndomelo
de un trago.

- Quizá tenga la curiosidad de conocer ahora, la experiencia
de un afecto sólido.

- ¿Y quieres empezar con alguien que ni
siquiera te mira?

El alcohol hacía efecto en las dos cabezas, atentando
contra las respuestas rápidas y, a medida que girábamos sobre el
mismo tema, era difícil soportar para mí una cierta impresión
de admiración hacia Isabel. La atmósfera nocturna se acentuaba con
la leve luz de una lámpara de pie, y era agradable dejarse llevar por el
gustito que saboreaban los paladares, desde donde amenazaban con levantar vuelo
unos pájaros descarriados e imprevisibles. Disfrutábamos, a pesar
de la confrontación, de la presencia mutua. Observé un par de veces
a mi compañera de arriba a abajo, abstraída; y concluí para
mis adentros que, una mujer con aquel porte, debía por lo menos ser escuchada
con atención.

- ¿Y qué debo hacer con mis ganas? - dije
enfrentando mis ojos con los de ella.

- ¿Así que se trata sólo
de ganas? - rió Isabella.

Un repentino silencio zumbó mis oídos.
Decididamente, y ante mi sorpresa, Isabella llevó una mano hasta uno de mis
senos y comenzó a masajearlo suavemente. El ambiente comenzaba a enrarecerse
como producto del alcohol y la hora, creando ese sopor que, como cómplice
noctámbulo, suele aparecerse en esas circunstancias.

- ¿Por qué
me acaricias? - pregunté, por preguntar algo.

- Simplemente que quiero
corresponder a tus ganas - me dijo la rubia haciendo lucir una mirada que se entendía
con la blanca dentadura que exhibía.

Yo no deducía hasta donde
iba a llegar la broma, pero aún perpleja, dejaba que aquella mano recorriera
hacia todos lados mis pechos sólo cubiertos por una fina blusa. Nunca había
pasado por una experiencia tan inusual como aquella y, quizá abandonada
a la expectativa de saber con qué ocurrencia Isabel cortaría la
situación, no atinaba a sacarle la mano.

- Es que preferiría
la mano de un hombre -, ahora yo también solté mi risa.

- Las
mujeres nos conocemos más entre nosotras.

No podía creer lo que
estaba haciendo mi amiga. Isabella intentó acercarme su boca sin dejar de
sonreírme con aquella mirada vidriosa, pero cuando estaba próxima,
le di un pequeño empujón sacándomela de encima. Me serví
otro vaso, y comencé a bebérmelo.

- No sabía que fueras
lesbiana - dije.

Fui bebiendo trago tras trago con la mente en blanco. Mientras,
Isabel también había llenado nuevamente su vaso.

- ¿Quién
puede estar seguro de nada? - esta vez lanzó una risotada de ebria -, yo
tampoco lo sabía.

Me encontraba un poco aturdida, superada; otra vez
como tantas delante de un desolado fin de semana, o más bien de un oscuro
laberinto lleno de inseguridades. Por la ventana abierta se veía el cielo
negro y rojizo, adquiriendo aquella tensión pegajosa, inexpresable, que
tiene el invierno ciudadano. Vi a la mujer-amiga vestida sensualmente de azul
que tenía a mi lado, con largas y espléndidas piernas expuestas
a mi mirada, sorprendiéndome una vez más, ofreciéndome algo
insospechadamente nuevo que nunca se me había pasado por la mente. Era
una poderosa presencia cincelada de desafío; pero confiable, como una opción
ideal para quien no sabe que hacer con sus noches.

"¿Me hará
bien esto?", me cuestioné por un instante.

- Entonces vamos al
dormitorio - me decidí al fin queriendo corresponder la sorpresa de mi
camarada, e impresionándome de mi propia determinación -. Vamos
a ver hasta donde te animas a llegar.

El tono de mi voz sonó impasiblemente
neutro a pesar de los nervios que me recorrieron las entrañas. Isabel no
hizo ninguna objeción, se levantó con dificultad, hasta afirmar
en el tercer o cuarto paso su andar inseguro por el alcohol. Entramos al cuarto,
en penumbras y sin encender ninguna luz, sin cambiar palabras; apenas quiso sonar
una risita de Isabella. Esta se sentó en el borde de mi cama y, con una actitud
maquinal, tiró su vestido al piso, descubriendo sus perfectos senos con
orgullo. Yo acostumbraba mis ojos a la oscuridad y la contemplaba con absorto
interés, intentando encontrar en mi mente alguna respuesta para lo que
estaba empezando a sentir. "No, no, esto no puede ser cierto. ¿Qué
está sucediendo? " Hice un esfuerzo y me arrodillé a sus pies
de modo que nos encontramos cara a cara. La veía de muy cerca y observaba,
como a través de una pantalla, aquel rostro en el cual comenzaban a dibujarse
unos rasgos intensamente sensuales que me atrajeron: su boca carnosa despedía
una atractiva sensación de deseo por lo prohibido, sin tabúes; en
torno a aquellos ojos, que respondían como un espejo, descubría
un mundo que nunca había advertido, los bordes fascinantes de un espacio
nuevo.

- Veremos hasta donde llegamos - repetí una vez más.

Comencé
entonces a besarla, mientras ella me acariciaba tiernamente la cabeza; era una
boca más suave que las que había besado antes. Me animé a
palparle los pechos, de una piel fresca y tensa, coronados por dos endurecidos
pezones. Luego me emprendí en bajarle la única diminuta prenda íntima
que le quedaba puesta y cubría su velloso pubis. Esta se enrolló
a lo largo de las esculturales piernas. Increíblemente, había cometido
la nunca pensada osadía de dejar desnuda a otra mujer y, ¡estaba
excitada! Me detuve inhibida por aquel pensamiento y esperando alguna respuesta
de mi amiga; si esta se reía y acababa el asunto, me aliviaría dejarlo
por terminado allí; pero si, en cambio, daba muestras de querer continuar,
también estaba dispuesta a hacerlo.

- Vamos a llegar muy lejos - me
susurró Isabel al oído.

Entonces me sentí caer de espaldas
sobre la cama. Unos dedos ágiles hurgaron el botón y el cierre de
mi vaquero, e hicieron que este corriera luego hacia el piso; lo mismo pasó
con mi blusa y mi ropa interior. Cerré los ojos y percibí el tacto
que me rozaba los pezones con una suavidad morbosa en la cual se translucía
el carácter de Isabel; mis dos senos fueron recorridos lentamente, luego
el vientre al tiempo que nuestras bocas se juntaban, ahora en un provocativo y
lanzado beso de lengua. La mano que ahora me acariciaba la cintura, buscó
mi sexo ya húmedo y, sin pudor, se hundió en la mata separando mis
labios vaginales y encontrando un palpitante clítoris que ya a estas alturas
deseaba ser acariciado. "¡Dios mío...!", pensé yo
que nunca había estado segura de la existencia de Dios. En el sopor eran
las únicas palabras que encontraba mi mente confusa, y me despedí
en un instante de otra posibilidad que no fuera la de sentir el momento increíblemente
intenso que estaba viviendo. No quería pensar, sólo sentir; intuía
que, cuando un cuerpo sintoniza con otro, cualquier discurso del intelecto desaparece
como una pompa de jabón. Los dedos inquietos y diestros de Isabel hurgaban
en mi intimidad al tiempo que sentía ir perdiendo contacto con la realidad;
hasta que mi propia humedad se confundió con otra; miré hacia abajo
en un momento de vuelta en mí, y no pudo dar crédito a lo que veía:
¡mi amiga hundía su cabeza entre mis piernas! ¡Lo que ahora
sentía era la lengua que jugaba con mi clítoris de una manera que
nunca un hombre lo hubiera llegado a hacer! Ya no sentía más que
el deleite del placer, me retorcía al percibir la boca de Isabel recorriéndome
los labios vaginales, introduciéndome la lengua; y ansiaba corresponderle,
compartir lo que estaba sintiendo. Ya empezaba a experimentar un inconfundible
hormigueo en todo el cuerpo mientras mi amiga me introducía, desenfrenadamente,
dos dedos hasta el fondo de mis entrañas; comenzando a sumergirlos y sacarlos
de una manera que me enloquecía. Imaginaba aquella mano empapada con mis
fluidos, sin obstáculo ninguno para, de quererlo, penetrar entera. Por
suerte frenó un segundo antes de que estallara mi culminación; vi
que la cama había quedado completamente revuelta como consecuencia de mis
involuntarias contorsiones.

- Ahora te toca a ti - dijo Isabella; y adoptó
una posición de rodillas, con la cabeza y los brazos apoyados en la almohada,
y las redondas nalgas bien en alto, espléndidas, desde donde se veía
surcando hacia abajo la tentadora raja de su sexo.

Hacia allí llevé
mi mano, inspeccionando y mojando mis dedos; luego comencé a besarle los
muslos, mientras le acariciaba lentamente la abertura, encontrando un clítoris
inflamado y empapado. Sin pensarlo, llegué con mi boca hasta allí,
rozándolo con la lengua y los labios. Isabel se retorcía de placer.
Ayudada por la posición, le introduje un dedo en la vagina lentamente,
hasta dejarlo por completo adentro; ya mi mente dejaba de lado cualquier prejuicio.
Repté por entre aquellas piernas y comencé a pasarle las manos por
los pechos. Isabel gemía sin disimulo ninguno. Abandonó la posición
en la que había permanecido, dejándose caer sobre mí mientras
nos uníamos en un abrazo, sintiendo ambas el contacto en todo el cuerpo.
Nos humedecíamos mutuamente los muslos al refregarnos en un continuo movimiento
mientras nuestras bocas se unían en un ir y venir de lenguas.
Se me
ocurrió interrumpir aquel momento al ocurrírseme una idea. No recordaba
nunca haberme excitado de aquella manera. - Ahora vuelvo- dije, levantándome.
Sentía una mezcla increíble de sensaciones en la cabeza; tomé
un par de botellas que habían quedado vacías en el comedor y volví
nuevamente al dormitorio. Allí reencontré la silueta de Isabel desnuda
en mi cama revuelta; me provocaba volver a expresar libremente mi libido sobre
aquel cuerpo de mujer; me sentía despojada de cualquier pudor, o más
bien me encantaba también estar allí parada y desnuda, con nuevos
y deliciosos momentos de placer por delante.

- Necesitamos algo que nos penetre
- manifesté mostrando las dos botellas que llevaba, una en cada mano -.
Y esto es lo mejor que se me pudo ocurrir.

Mi voz no expresaba el menor recato;
era evidente lo entregada que estaba a la situación. Isabel sonrió
nerviosa; se sorprendía de la transformación de su amiga a quien
nunca le había supuesto tan osada; estiró sus brazos invitándome
a subir a la cama con los improvisados artilugios. Nos arrodillamos una frente
a la otra sobre las sábanas e, intentando que las botellas se sostuvieran
a pesar de la poca estabilidad del colchón, conseguimos sentarnos cada
una sobre uno de los picos. Poco a poco, mirándonos con complicidad, comenzamos
a acariciarnos nuevamente, recorriéndonos mutuamente cada región
que ya se reconocíamos como vivamente excitantes. Segregábamos de
nuevo los néctares, cosecha de la lujuria; los dedos recorrían los
pezones endurecidos, bajaban a por la cintura y se introducían en la raja
en donde los pináculos de los envases, lentamente, iniciaban una penetración.
Suspirábamos ruidosamente, mezclando saliva y quejidos.

- Estamos llegando
realmente lejos - alcanzó a susurrar Isabel.

- Ahora debemos sentarnos
- respondí.

Un par de horas antes, no hubiera soñado con hablar
con tal desparpajo, pero estaba realmente enardecida y, para mi propia sorpresa,
descubrí que fantasear así, junto a la confidente de tantas horas,
me sobreexcitaba de una forma que era incapaz de definir. Sentí que el
pico frío se introducía sin dificultad, lubricado por mis jugos;
separé un poco las piernas para facilitar aquello. Empezamos a movernos
con cierto ritmo.

- Esto es demasiado... - murmuró Isabel entre quejidos
- si continúo...

Yo puse más pasión, le besé los
dos pezones casi al mismo tiempo, mordisqueándolos, lamiéndolos,
sintiéndolos dentro de mi boca mientras la botella entraba y salía
de acuerdo a que se sentara u oprimiera su vagina haciéndola desplazarse
hacia fuera. Aquello no iba a prolongarse demasiado, pues las dos estábamos
sintiendo la inquietud de un inminente orgasmo, corriéndonos por la piel,
por la sangre, por los puntos más álgidos y expresándose
en una respiración más intensa.

- No me aguanto más...
- soltó Isabella.

Se convulsionó con la botella embutida a lo máximo,
apretándome con fuerza; le correspondí con mi lengua por el cuello
y los senos. El éxtasis se expresaba casi a gritos y sacudidas. Supe que
también había llegado mi momento; situándome hacia atrás,
sentí que Isabella tomaba con una mano la botella y empezaba a hundírmela
una y otra vez sin pausa, cubriéndome el resto del cuerpo con caricias
y besos. Un imponente y largo orgasmo me derritió en abundantes fluidos
que empaparon la botella, espasmo tras espasmo, sintiendo que nunca en mi vida
había experimentado un momento tan intenso como aquel. Poco a poco y, acompasadamente,
fui saliendo del transe, acurrucando mi cuerpo junto al de mi amiga que, también
exhausta, suspiraba con la mirada perdida en el techo. Las botellas habían
quedado a un lado de la cama, inmóviles como mudos testigos de la lujuria
vivida.

- Jamás hubiera sospechado que eras una lesbiana y ¡tan
libidinosa! - comentó jocosamente Isabel luego de unos minutos.

- Yo
tampoco lo sabía - contesté; y reí, con una risa tan libre
como hace mucho tiempo no escuchaba de mí misma.

En el Jaardin Date: Nov 13th @ 12:12pm EST
Vivo en un chalet a las afueras de una gran ciudad .El chalet
donde vivo es dos plantas, muy bonito. Desde la planta superior se divisan los
chalets de alrededor y parte y de sus jardines.


En el de enfrente vive una pareja de unos 30 años, yo tengo
casi 40. El chalet donde viven se ve algo desde el mi ventana. Es un chalet de
planta baja. Con jardín y piscina.


La piscina no la veo, pero los escucho bañarse en ella cada
noche Desde mi despacho por la noche veo como sale ella de la casa, envuelta en
una toalla, se la quita dejándola sobre una tumbona, esta desnuda, es morena
1.63. El pelo largo recogido en una coleta alta. Un bonito cuerpo, piernas
largas, culo redondo y unas tetas de impresión. El es moreno alto, sobre 1.82
pelo corto, se notaba que se cuidaba .También estaba desnudo cuando salía a
bañarse, caminaban por el empedrado que daba a la piscina. Era la una de la
madrugada, se les oía nadar, divertirse en el agua, chapotear en ella y después
jugar. Se le oía a ella gemir y pedirle a el más. Aquella noche me fui a la cama
con un calenton terrible.


Las siguientes noches, estaba yo mas pendiente de ellos que
de mi propio trabajo. Todas las noches los escuchaba salir y divertirse y aunque
no veía nada lo imaginaba.


Una noche los escuchaba cuando el portón del jardín se abrió
de par en par, me quede observando por ver si salían o alguien entraba, pero
allí no se movía nada .pasado una media hora en la cual los oía divertirse y con
la duda sobre que hacer me decidí a bajar y entre en la propiedad.


Nada mas entrar el portón se cerró tras de mí y el hombre
dijo:


-Pasa, te estamos esperando. Sírvete algo.


Asome la nariz por el jardín y allí estaban, en la piscina,
había dos vasos de bebida en el borde de la piscina.


Entre en el jardín con paso firme, con la intención de
explicarles de que había ido a decirles que el portón estaba abierto.


Observe cuanto había a mí alrededor. El jardín era de esos de
diseño, parecía sacado de una revista, el jardín estaba divido por caminos
empedrados. Había trozos de césped y parterres con diferentes plantas, la
mayoría de ellas aromáticas, lavandas, tomillo, romeros y rosales de todos
colores. Había también un cenador de esos de madera de teka, con una mesa a
juego y sus sillas, dos tumbonas también a juego y una mesita camarera, al borde
de la piscina con bebida y cubitera.


En el centro del jardín una fuente no dejaba de echar agua.
Era de diseño también, formada por cubos superpuestos que daban al ambiente una
musiquilla de fondo con el salpicar del agua. Cerca del muro que daba a la calle
estaba la piscina, tenia forma de riñón. En el fondo había dibujada una sirena,
en el trozo de los niños había un caballito de mar, en el rincón una cascada de
piedra ornamental se alzaba dejando caer agua sobre la piscina y adornada con
plantas tropicales. Todo ello salpicado de farolas y balizas que lo hacían muy
acogedor.


Me acerque al carrito de las bebidas y me serví un vodka con
limón, y me senté en el cenador cerca de ellos.


El, salio de la piscina completamente desnudo, se acerco y
estrecho mi mano, me dijo k se llamaba Jesús y dirigiéndose a ella, me la
presento como Carolina. Les dije que me llamaba Alejandro. Tomo una toalla que
puso alrededor de su cintura y se sentó a mí lado. Ella siguió en la piscina, se
vislumbraba un cuerpo muy bonito, esa noche el pelo lo llevaba suelto .el
observo como la miraba y me dijo:


- Hoy es el cumpleaños de Carolina, y deseo hacerle un regalo
especial. Hemos visto como nos observabas desde la ventana de tu casa. Y
habíamos fantaseado con la posibilidad de que alguien, además de mi la follara a
la vez que yo. Si lo deseas eres el elegido.


Yo lo mire atónito. Es cierto que la deseaba, pero un
ofrecimiento así, la verdad no lo esperaba ni en sueños.


- Piénsalo durante unos minutos. Y mientras decía esto,
Carolina salía de la piscina subiendo las escaleras.


Era realmente preciosa, tetas firmes, los pezones duros del
agua, una boca que invitaba a besarla, unos ojos oscuros de infarto, todo era
perfecto. No tuve que pensarlo. Acepte. Y además acepte gustosísimo de poder
tirarme a una hembra como aquella.


Se acerco a nosotros y a una señal de su marido, sonrió y se
acerco a mi, desnuda apoyo sus manos en los brazos del sillón y acerco su boca a
la mía. Su marido se levanto al verlo, se quito la toalla y se coloco detrás de
ella. Empezó a acariciar su culo mientras ella deslizaba su mano hacia la
cremallera del pantalón, la bajo y metió su mano dentro, tomo mi polla que
estaba ya dura por la excitación se puso de rodillas y empezó a mamarme la
polla.


Jesús siguió detrás de ella, separo con sus manos el culo de
ella, escupió en el e introdujo dos dedos dentro mientras ella se afanaba en
lamer mi polla desde la base hacia arriba, cuando se la metió en la boca la
apretaba contra su paladar con la lengua aprisionándola y dándole cada vez más
rápido. Me corrí sin esfuerzo alguno (la verdad es que me costo un esfuerzo, no
correrme antes). Su marido para entonces ya le había dilatado el culo. Y cuando
termino de limpiar mi polla, se levanto fue a la fuente y se limpio la boca con
agua.


Jesús mientras extendió dos toallas grandes sobre el césped y
se tumbo sobre ellas. Ella se acerco y se le monto sobre la polla cabalgándolo.
Mi polla al verlo reacciono de nuevo, así que me acerque. La empuje suavemente
hacia el, dejando el culo expuesto, me situé detrás, apoye la punta de mi verga
y sujetándola fuertemente de las caderas se la metí. Ella dio un grito ahogado.
Así que ambos empezamos a movernos dentro de ella, por las paredes interiores de
su culo notaba la polla de Jesús, después fue ella quien se empezó a mover,
adelante y atrás, movía el culo en círculos también, gimiendo sin cesar, parecía
una gata en celo cuando maúllan, se le notaba disfrutar, le di un par de
cachetadas en las nalgas mientras Jesús le pellizcaba y apretaba las tetas. Se
corrió al cabo de unos minutos. Se quedo inmóvil mientras el orgasmo la sacudía
y arqueaba su espalda en medio de un gran gemido. Yo al escucharla me vine otra
vez y Jesús seguía sin correrse, le saque la polla del culo y ella cambio de
posición descabalgando a su marido. Metió su polla en la boca y con dos
succiones hizo que se corriera en su boca. Ella lo trago como si de un manjar se
tratara.


Jesús se acerco a mi, me dio las gracias y tomando el mando a
distancia abrió el portón, me vestí como pude y salí sin decir nada.


Las siguientes noches solo los oía divertirse en la piscina y
yo me masturbaba acordándome de lo que había vivido en el jardín
Primer sex Oral Date: Nov 13th @ 12:03pm EST
La primera vez que se la chupe es un día que jamás voy a
olvidar, ya que fue la primera vez que tuve un pene en mi boca y aún no olvido
la delicia que fue, lo satisfactorio y emocionante.


Aquel día, fue un día en el que las cosas no parecían estar
bien, teníamos un noviazgo bueno al menos eso parecía, a mi parecer creo que los
sentimientos no era algo que faltara en nuestra relación, eso es lo que yo creo;
sino mas bien era el tiempo el que hacia falta ya que no podíamos vernos muy
seguido debido a que cada uno tenia sus propios deberes por hacer, compromisos y
obligaciones por atender y los días en que llegábamos a vernos pasábamos muy
poco tiempo juntos, pero eso si lo aprovechábamos al máximo.


Yo nunca había tenido un novio antes; para mi todo era
novedoso inclusive lo fue mi primer beso con Él; no sabia como tratarlo, pero el
me tenia paciencia y poco a poco aprendí, sin embargo me preocupa el hecho de
que era una inexperta, que sabía muy pocas cosas, había leído mucho sobre sexo y
relaciones de noviazgos, pero la teoría no es igual que la practica al estarlo
experimentando las cosas no son sencillas sino totalmente diferentes, y aunque
supiera mucho de todo para mi no era sencillo, sentía que Yo no llenaba sus
expectativas, llegue a pensar que Él necesitaba otro tipo de chica, pero no soy
de las personas que se rinden tan fácilmente.


Teníamos tres semanas sin vernos, muy pocas veces hablamos
por teléfono, solo platicábamos por el MSN, y Yo tenia muchas ganas de verlo,
aquel día era un sábado pensé que tal vez podríamos vernos, así que al verlo en
el MSN le dije que nos viéramos pero Él dijo que no, Él estaba en su oficina con
mucho trabajo, me enojé mucho, pero mas que eso me puse triste, tenia mucho
tiempo de no verlo, extrañaba su risa, sus labios, su cuerpo, su olor, todo Él.
Él noto mi molestia, me desconecte y estaba dispuesta a no saber nada de Él.


Eran alrededor de las 5:30 de la tarde, decidí ir al cine
sola y cuando ya iba de salida sonó el teléfono, era Él pidiéndome que fuera a
su oficina, me puse contenta solo que me citaba para algo muy diferente.


Al llegar a su oficina, nos saludamos, no había nadie en ese
lugar, me senté en una silla y comenzó a hablar, empezó diciendo que Yo tenia
razón en todo lo que había dicho y que por tanto teníamos que terminar nuestro
noviazgo; muchas cosas sentí en ese momento, mi corazón se partía en dos, aunque
me hacia la fuerte y disimulaba no importarme, por dentro lloraba. Me levante de
la silla y le dije: - no sé para que me hiciste venir me lo hubieras dicho por
teléfono y ya, y Él respondió: - quería verte por última vez. - Bueno ya me voy
le dije, me di la vuelta y justo cuando iba dar un paso, me tomo de una mano y
dijo: - No te vayas,


- Porque?, pregunte


- Un último beso, no me lo vas a dar?


- No respondí, así será más fácil


- Any, por favor, me tomo de la cintura y puso su cabeza en
mi vientre


Comenzamos a hablar, y al verlo ahí sentado en su silla,
tomándome de la cintura con su cabeza en mi vientre, sabía dentro de mi que lo
que mas deseaba era un beso de Él, no lo pensé más deje aún lado la terquedad y
lo besé. Un beso largo, sentí su lengua en mi boca, saboreé sus labios jugosos,
las piernas me temblaban y la pasión se posesiono de mi cuerpo.


Cuando el beso llego a su fin, me senté en su pierna, lo
abrase, rodeando con mis brazos su cuello, y al oído le susurre: - No quiero que
te terminemos, tú quieres?, le pregunte: Él respondió - No, dijo Él; pero te
mereces algo mejor. - Yo solo te quiero a ti, le dije; eres tú con quien yo
quiero estar, con nadie más.




Pero no puedo darte el tiempo que te mereces


Ni 5 minutos? Dije


Si


Entonces?, porque no seguir, quieres?


Si


Seguimos entonces


Si dijo Él




Y lo bese nuevamente, me levante, me puse frente a Él y me
senté en sus piernas, comenzamos a besarnos, acaricio mis senos, y metió su mano
bajo mi playera frotando mi seno. Mientras con la otra metía su mano bajo mi
falda. Desabroche su pantalón y saque su pene, lo acaricie, y lo jalaba, estaba
duro, yo extrañaba ese pene y sentía que mis dos manos no eran suficientes
quería hacer algo mas que solo tocarlo. Entonces fue cuando lo escuche decir: -
Chupalo, mételo a tu boquita, en ese momento muchas cosas se me vinieron a la
mente, jamás había hecho eso, pensaba y como le hago, y si no le gusta, pero me
di valor y como las ganas eran más que todos los miedos dije: - Si.


Así que me baje de sus piernas, me baje al piso, hincada en
seguida percibí su olor, mi boca lo saboreaba y lo metí, al tenerlo en mi boca
era la sensación más rica que jamás había tenido, estaba toda llena mi boca, lo
sacaba y lo metía, en ocasiones lo recorría con mi lengua y lo besaba, aunque no
sabia como hacerlo imaginaba que era como comerse una paleta, solo que este era
más rico aún y mas grande, chupe la punta de su pene mientras que con una mano
lo tallaba y jalaba, aumente el ritmo cada vez lo hacia mas rápido, su pene
llegaba hasta mi garganta y aún no entraba todo por completo, Él tocaba mi
cabeza y acariciaba mi mejilla, me indicaba el ritmo en que lo quería, apretaba
su pene con mi mano y metía y sacaba de mi boca hasta que Él sintió que ya
estaba apunto de venirse, y me pregunto: - Quieres que me venga en tu boca. Sin
pensarlo dos veces le dije que si, aumente más el ritmo y entonces se vino, me
lleno la boca de semen, hasta escurrió un poco en mi boca me lo trague, pero aún
salía un poco de su semen me senté en su pierna y lo poco que aún seguía
saliendo quedo en mi pierna, con el dedo limpie mi pierna y me lleve el dedo a
la boca, para no desperdiciarlo. Nos abrasamos y le dije: "TE QUIERO" al oído,
sonrió y me dio un beso. Yo estaba más que satisfecha, tener su pene en mi boca,
probándolo y sus jugos, ese semen delicioso, me supo muy rico, tuve un orgasmo
con tan solo sentir venirse en mi boca. Su pene volvió dentro de su pantalón,
nos arreglamos y todo. Ese día le regale un pequeño cuadrito que yo había hecho
el cual decía "TE AMO", aún no sé si lo conserva, seguro que no, pero ese día no
lo olvido, pues por vez primera sentí el sabor de su pene y ese sabor aún no lo
olvido.


Nos despedimos y lo deje trabajar porque sí que tenía mucho
trabajo, al menos ahora lo haría más contento, cosas como esas era capaz de
hacer por mi niño, para que estuviera contento e hiciera su trabajo más a gusto.


El día que aparentaba ser el peor día de mi vida termino ser
el mejor, y aún permanece en mi mente, dan ganas de tener desacuerdos con la
persona que se quiere solo para poder arreglar las cosas de esta manera.
Conclucion Date: Nov 10th @ 9:33am EST
Después de estar todo el día trabajando y aguantando las
"broncas" de los clientes, cansada y agotada llego a casa. Abro la puerta y tiro
las bolsas que llevo nada más entrar, pues ya no puedo más. Me tumbo en el sofá
y enciendo la tele mientras me fumo, plácidamente y sin prisas, un cigarrillo
que me sabe a gloria bendita.


Una vez acabado el cigarro, me acomodo en el sofá, coloco el
cojín y continuo viendo la tele. Mis párpados pesan, pesan mucho; cada vez me
cuesta más mantener la vista puesta en mi objetivo, una película; pero al final
mis ojos se cierran y pienso: "por fin un poco de descanso...". Y duermo
tranquila y plácidamente.




Al rato, cuando voy a darme la vuelta el mando se cae y me
despierto, entonces voy a la cocina: saco dos copas de vino, la botella de vino
blanco y las lleno (no estás aquí pero te siento); bebo un sorbo, la dejo en su
sitio y voy a la habitación; me desvisto, me pongo el albornoz y voy al cuarto
de baño.


Cierro la puerta, abro el grifo de la bañera, echo sales de
baño y espero a que esta se llene; una vez que se ha llenado de espumosa agua
con un olor penetrante, erótico y excitante, me dispongo a quitarme la prenda
que cubre mi piel: dejo caer el albornoz al suelo y seguidamente me meto en el
agua lentamente, sintiendo como la espuma recorre suavemente mi piel. Me estiro
dentro de la bañera, quedando todo mi cuerpo cubierto por un aroma delicioso:
"pena que no estés aquí en realidad", pienso.




Estiro un brazo, y con el otro lo enjabono con la esponja, lo
hago lentamente porque quiero disfrutar de la situación. Primero los brazos,
luego el cuello, las piernas... suelto la esponja y cierro los ojos; se abre la
puerta, entras tú y me ves cubierta de espuma y con carita de deseo. Sin
desabrochar tu camisa, te acercas a la bañera, te arrodillas y introduces tu
mano en el agua; me tocas, palpas y recorres mi cuerpo centímetro a centímetro
con la yema de tus dedos, sabes que me encanta tu tacto; buscas mi boca y me
besas mientras tu mano encuentra mi tesoro, mi perla; comienzas a masturbarme
impidiendo que pueda moverme, con lo cual te beso más intensamente.


Tocas mis pechos con la otra mano, yo la aprieto con mi mano
contra ellos y te ayudo, me estás excitando de una manera que sólo tu sabes
hacer. Mientras me sigues masturbando en contacto con el agua jabonosa,
calientes fluidos salen de mi perla; disfruto del instante, te busco pero no te
encuentro, abro los ojos y no estás. Salgo del agua, me pongo el albornoz y voy
hasta la cocina: no has bebido vino...




Mi imaginación llena de deseo me ha vuelto a jugar una mala
pasada.
El Tatto Date: Nov 5th @ 5:10pm EST
Estaba en mi consultorio, cuando de repente ingresaron 2
personas jóvenes, en apariencia inicial eran pareja, lo que luego me lo
confirmaron, él se llamaba Ramón, tenía unos 22 años, corpulento, alto , rubio,
muy atlético; ella se llamaba Celeste, seguro en homenaje a sus bellos ojos,
morena de estatura mediana, dueña de un cuerpo escultural; lo concreto es que
querían que les tatuara sus nombres invertidos en la tetilla de él y el seno
izquierdo de ella, luego de pactar mis honorarios, hice sentar en un sillón del
tipo que usan los peluqueros, pero más re-clinada a Ramón, quien se ofreció para
ser el primero, se sacó su cami- sa y comencé mi labor, mientras yo trabajaba
inscribiéndole el nombre de su amada en el pecho, ella lo acariciaba en la
barbilla, el cabello, etc.,


obviamente se había ubicado detrás de él, esta tarea no tuvo
inconve-niente alguno, pero cuando le tacaba el turno a Celeste comienza
realmente la historia. -


En efecto cuando se levantó Ramón del sillón, le pedí a
Celeste muy


respetuosamente, que descubriese su seno izquierdo y grande
fue mi sorpresa, ya que ella de sacó una remerita con la que cubría su pecho y
co- mo no usaba corpiño alguno, quedó desnuda de la cintura para arriba,
produciéndoseme una erección instantánea que traté de disimular, mal que mal
eran mis clientes, después le pedí que ocupase el sillón ya des-crito y comencé
a aplicarle una crema anestésica en su seno izquierdo, mientras hacía esto,
Ramón se ubico detrás del sillón y le acariciaba su cabello, no niego que el
hecho de masajear tan hermoso y duro busto me resultaba estimulante, pero
trataba de actuar lo más profesional que po


día, pero todo se me complicó cuando Ramón comenzó a
acariciarle el otro busto, no atinaba a nada, estaba absolutamente sorprendido
de lo que estaba viendo y se agravó más aún cuando Celeste, si ningún recato
estiro sus brazos hacia atrás y acariciaba la zona genital del varón, yo que
hago aquí me preguntaba, sin atinar a hacer nada, ni continuar con mi labor,
fueron uso pocos minutos, que me resultaron interminables, hasta que Celeste le
abrió el marrueco al pantalón de Ramón y le extrajo el pene, comenzando a
succionarlo de inmediato, ya Ramón no acariaba


un solo busto, sino ambos y con ambas manos, mientras yo era
un expec-tador preveligiado, pero pasivo, no obstante mi excitación iba en
aumen-to, fue entonces cuando me acerqué con cierto temor y disimulo a las
pier-nas de Celeste y comprobando que a ninguno de los 2 les molestó, me
inte-gré de lleno y gustoso a la fiesta, levantándole su ya corta faldita le
acari-


cié sus bien torneadas piernas, acercándome con rapidez a sus
diminutas bombachitas, mientras Ramón y Celeste continuaban la labor que habían
iniciado y prácticamente me ignoraban, pero me dejaban seguir con mis ardientes
caricias, como ustedes comprenderán yo no estaba dispuesto a conformarme solo
con caricias, así que precedí a sacarle su ropa interior, con su complicidad y
procedí a besarle su intimidad, hasta que encontré su clítoris, él que chupé
hasta sentir el flujo de sus abundantes jugos, en ese mismo momento Ramón
eyaculaba en la boca de su amada, quien se tragó todo el semen, sin que se le
cayese ni una gota, ésta doble situación produjo una pequeña pausa, que yo no
quería que se dilatase, así sin mu-cho preámbulos, ocupé el lugar de Ramón y le
puse mi pene en los labios de Celeste, que abrió se boca para recibirme y
comenzó a succionar con ansiedad, para mi gozo, pero mi placer duró poco, ya que
Ramón se mo-tivó con lo que veía, se desnudó y tomó a Celeste suavemente en sus
bra-zos y la depositó sobre mi escritorio, sentandola en el borde del mismo,
para luego penetrarla vaginalmente, mientras yo me quedé con una exci-tación
terrible, más aún cuando observaba como Ramón fornicaba duro con Celeste, que lo
recibía con mucha ansiedad, solo se escuchaban en mi consulta los gemidos de
Celeste y el típico ruido del mete y saca, pero yo quería mi parte del juego,
así que decidé sacarme mis pantalones y mis calzoncillos, para treparme a mi
escritorio, por el lado de la cabeza de Celeete para introducirle, con su ayuda,
mi pene de nuevo en su boca, reiniciando ella una placentera succionada, que me
enloquecía de placer, mientras continuaba su copulación con su pareja, quien ni
se inmutaba por mi participación, sino que solo se limitaba ha seguir fornicando
con Celeste, en un momento dado levantó las piernas de ella y se las puso sobre
sus hombros para aumentar la introducción de su pene en la va-gina de Celeste,
situación que más excitó a la dama, para suerte mia, ya que su grado de
excitación, hacía que me succionara mi pene con mayores brios, hasta que sin
ponernos de acuerdo, pero en forma simultanea, los 3 alcanzamos nuestros
respectivos orgasmos, para nuestra completa satis-facción y gozo, todo esto pasó
sin mediar palabra alguna. -


Una vez consumados los acontecimientos descritos y volviendo
a "la normalidad", pero aún desnudos, Ramón me preguntó si podiamos con-tinuar
con el tatuaje de su amada, lo que nos produjo na expontanea risa a Celeste y a
mi, pero obviamente tenía que cumplir con mi esforzado trabajo, pero Celeste
prefirío y así lo hizo saber, que volviesen otro día, ya que tenía otros
quehaceres pendientes; consecuentemente nos higieniza-mos, nos vestimos y la
feliz pareja se alejó, con la promesa de volver , para completar el trabajo ( y
para una nueva jornada de sexo, supuse yo), pero por lógica no lo comenté. -

Juegos Date: Nov 5th @ 5:04pm EST
A los 19 años conocí, mientras estaba de vacaciones en Punta del Este, a una chica muy interesante
que se convertiría en mi novia durante los próximos dos años
y medio. Se llamaba María, tenía la misma edad que yo, era rubia,
de ojos marrones, cuerpo atlético y grandes pechos.

De
entrada nos llevamos muy bien en todas las áreas, especialmente en todo lo
referente al sexo. Si bien ella no era una chica muy experimentada (bueno...
tampoco era virgen) no temía probar cosas nuevas como el sexo anal.
Otra cosa que nos excitaba mucho era tener sexo en lugares públicos y/o
al aire libre. Empezando por los médanos de Punta, seguimos por lugares
como los asientos traseros de un ómnibus mientras íbamos de Buenos Aires
a Pinamar, el ascensor de su departamento, las escaleras del mismo edificio
y otros, en el mar, en varias piletas de natación, y una noche hasta
en el patio de una conocida Iglesia de Barrio Norte. En resumen, teníamos
una vida sexual plena e interesante.

Claro
que uno siempre quiere más...

Al
igual que la mayoría de los hombres de este planeta me excitaba muchísimo
(y aún lo sigue haciendo) ver y estar con dos mujeres. Hacía un par
de anos que había hecho por primera vez pero había sido con un par
de prostitutas, lo cual no es exactamente lo mismo.

Un
día estábamos hablando con María sobre sexo y de algún
modo salió el tema de que a mi me gustaba mucho ver a dos mujeres haciendo
el amor. También le dije, en broma, que me gustaría verla a ella
en la cama con alguna chica. Ella lo tomó como un simple chiste y la
cosa no pasó de ahí. Aquel día...

En
las semanas siguientes estas bromas se empezaron a hacer más frecuentes y
más explícitas. Por ejemplo mientras veíamos alguna película pornográfica
en algún hotel alojamiento y le decía cosas como "Mirá
que lindas tetas tiene esa chica... No te gustaría pasarle la lengua
por los pezones" o, mientras veíamos como una le chupaba la concha
a otra le decía "Imaginate que te la está chupando a vos..."
Ella simplemente se reía y contestaba cosas como "Ni loca..."
pero en realidad no le molestaba que le diga cosas así. Es más,
a veces ella misma sacaba el tema, preguntándome si me gustaría
verla haciendo tal o cual cosa.

Finalmente,
un día estábamos cogiendo, yo encima de ella, penetrándola
con fuerza mientras la besaba en la boca y le decía "imaginate
chupando una concha ahora mientras te cojo..." Ella estaba super excitada
y cuando empezó a llegar al orgasmo me dice "Siiii... quiero chupar
una concha... siii.. vamos a hacerlo..."

Cuando
terminamos de coger le pregunté si realmente estaba dispuesta a que tengamos
sexo con otra mujer, a lo que me contestó, un tanto indecisa, que si
pero su primera pregunta fue: Con quién?

Claro...
una cosa es convencer a la novia de uno a acostarse con otra mujer pero otra
cosa es conseguir a alguien para hacerlo.

Así
que durante los días siguientes intentamos resolver este problema.

La
opción más sencilla hubiese sido llamar a alguna prostituta del
diario, pero a María no le gustaba esa idea. Otra opción sería
"levantarnos" a alguna desconocida pero la realidad es que será
muy fácil decirlo pero no así hacerlo.

Finalmente
decidimos que debería ser alguna conocida nuestra... pero quién?
Después de analizar varias candidatas de nuestro entorno social nos decidimos
por una compañera de Facultad de ella. Esta chica se llamaba Natalia
y tenía la misma edad que nosotros (para este entonces 21). Era una
morocha de tez blanca, para mi gusto tenía algún kilito de más
pero no obstante capaz de calentar a un muerto.

Ahora
bien, habiendo decidido quien nos gustaba para esta pequeña aventura,
todavía debíamos convencerla. Hasta donde nosotros sabíamos, Natalia
no era bisexual y estaba en sus planes tener sexo con María o conmigo
y mucho menos con los dos juntos. Natalia tenía mucha confianza y le
contaba a María todo lo referente a sus salidas con chicos y lo que hacía
o no en la cama. En resumen se podría decir que ella era una chica bastante
poco experimentada para su edad.

Todo
empezó un noche cuando estábamos los tres solos en el departamento
de la familia de María. Después de cenar nos quedamos charlando
mientras tomábamos un par de botellas de Chandón. De a poco María
empezó a llevar la conversación para el lado del sexo. Al principio
Natalia estaba un poco avergonzada pero a medida que se rellenaban las copas
de champagne se iba desinhibiendo. Empezó a contarnos (con María
ya habían hablado de esto antes) que las veces que había tenido
sexo los chicos con los que había estado no llegaban a hacerla acabar,
estaban demasiado apurados por cojer y no la calentaban apropiadamente. María
aprovechó ese giro de la conversación para bromear acerca de
que si la agarraba yo seguramente sería distinto. Le empezó a
contar las cosas que hacíamos nosotros y como le hacía yo el
amor. Le preguntó a Natalia si yo le gustaba y, si no estuviese de novio
con ella, le gustaría que yo me la coja. Quizá un poco debido
al champagne ella terminó admitiendo que si, aunque totalmente sonrojada.

Ahí
nomás María se para (Yo estaba sentado en la cabecera de la mesa,
ella estaba a mi izquierda y Natalia a mi derecha) y camina hasta estar detrás de
Natalia. Poniendo sus manos sobre los hombros de ésta me dice: ¨Te gusta
mi amiga?¨ a lo que yo respondo que si, claro. A continuación me dice:
¨Tiene muy lindas tetas.¨ Y a ella:¨Mostrale las tetas.¨ ¨Ayy noo...¨
responde ella, riendose nerviosamente. María baja las manos y tomando
el sueter que llevaba puesto Natalia por la parte de abajo comienza a levantarlo,
a lo que Natalia responde con un débil intento de impedírselo,
acompañado de varios ¨no... noo...¨ que no tuvieron mayor impacto.

Ese
era el momento para que yo entre en el juego. Me arrodillé frente a ella,
le corrí el corpiño por debajo de las tetas y empecé a lamerle
los pezones al tiempo que le masajeaba las tetas con mis manos.

Natalia
estaba super nerviosa, pero tampoco se apartaba... ¨Que hago María?¨ ¨Nada,
disfrutalo, está todo bien...¨ ¨Pero es tu novio...¨

Las
manos de María todavía sostenían el sueter apenas por encima
de sus tetas así que aproveché para tomar sus manos en las mías
y guiarlas hasta estas tetas totalmente excitadas y de pezones erectos. Seguía
lamiéndolas mientras veía y sentía como las manos de mi
novia recorrían las tetas de su amiga.

Cuando
escuché que Natalia suspiraba ¨Me estoy re calentando...¨ lo tomé como
el aviso para pasar a la siguiente etapa. Me pare al tiempo que la guiaba para
que ella también lo haga y le quité el sueter y el corpiño.
La abracé y la besé en la boca apasionadamente. Ella respondió
totalmente entregada al juego, nuestras lenguas entrelazadas en un exquisito
ritual erótico. Con mi mano izquierda acerque la cara de María
a la mía y comencé a besarla a ella, a centímetros de
la cara de Natalia. Empecé a alternar entre ambas bocas, que no estaban
a mas de 15 centímetros, mientras recorría sus cuerpos con mis
manos hasta alcanzar sus caras. Las fui acercando mientras cambiaba de besar
a una y a la otra. Llegó un punto en que sus bocas se encontraban una
al lado de la otra, mejilla con mejilla, mientras mi lengua las recorría.
Y después la distancia entre ambas desapareció, nuestras tres
lenguas se fundieron en un solo beso... yo las besaba a ellas... ellas me besaban
a mí... ellas se besaban entre ellas...

En
eso sentimos la puerta del ascensor en el palier y el ruido de llaves. Natalia
salió corriendo al baño a vestirse y María y yo tratamos
de componernos y actuar lo más naturalmente posible. Habían llegado
la madre, la hermana, etc y Natalia iba a quedarse a dormir en lo de María
por ende la noche estaba perdida así que me tomé un par de copas
de champagne más y me fui a casa.

Antes
de irme a dormir me hice una buena paja pensando en nuestra escenita.

Al
día siguiente hablé con María quién me dijo que a
su vez había hablado con Natalia acerca de los eventos de anoche y ésta
le confesó que estaba muy apenada por lo que había ocurrido,
ya que se sentía muy mal por que, aunque la había excitado, esto
¨no era natural.¨ De todos modos accedió a venir a mi casa a
cenar ese fin de semana siguiente. De más está decir que María
y yo estuvimos toda la semana expectantes y ansiosos por lo que depararía
nuestro próximo encuentro.

Y
llegó el fin de semana...

María
llegó a casa temprano esa tarde y estuvimos repasando nuestro ¨plan¨ ya
que no queríamos presionar demasiado a Natalia de entrada. A eso de las nueve
de la noche llegó y nos tomamos unos tragos mientras charlábamos
de cualquier cosa menos de lo ocurrido la otra noche. Después de cenar
y un par de whiskies más decidimos ver una película.

Para
esto fuimos a mi habitación, en donde había una cama de una plaza
y media contra una pared y un sillón que corrí al lado de la
misma. Como los tres no entrábamos cómodos en la cama las chicas
se acostaron en ella con unos almohadones y yo me acomodé en el sillón,
quedando prácticamente a la misma altura que la cama y al lado de María
(Natalia estaba del lado de la pared).

Al
rato nos empezamos a besar con María y ella, diciendo que así estaría más
cómoda, se sacó el jean que llevaba puesto, quedando vestida únicamente
en bombacha y remera. Ella aprovechó para decirle a Natalia que también
se ponga cómoda pero ésta no estaba, todavía, lista para quedar
tan desvestida. María insistía, un poco en broma y otro poco no,
en querer quitarle el pantalón, desabrochándoselo e intentando
introducir sus manos dentro del mismo. A todo esto yo me había quitado
la camisa y estaba acostado en el borde de la cama, obligando a María
a arrimarse contra Natalia, a quien seguía intentando desnudar y en
el proceso la acariciaba y besaba por donde podía.

A
continuación le quité la remera a María y comencé
a besar sus pezones al mismo tiempo que introduje mi mano por debajo del elástico
de su bombacha, masajeando su monte de Venus y bajando hasta llegar a sus labios
que separé para encontrarme con una concha totalmente mojada y lista
para recibir todo tipo de atenciones. Introduje un dedo y luego otro más, metiéndolos
hasta el fondo y luego sacándolos para juguetear con su clítoris.

No
pude aguantar más y le quité la bombacha. En una posición
un tanto incómoda, mitad en la cama y mitad en el piso, coloqué
mi cabeza entre sus piernas y comencé a besar esa apetitosa conchita.
Mi lengua jugaba con sus labios, se introducía lo más posible
dentro de su vagina, acariciaba su clítoris que se ponía cada
vez mas durito.

Mientras hacía
esto podía ver como ellas se besaban y acariciaban las tetas. También
escuchaba que Natalia le decía que no le quite el pantalón, que
eso era demasiado.

Yo ya estaba tan
caliente que no aguantaba más así que, sin dejar de lamer su
concha me quité el pantalón y el calzoncillo. Mi pija ya estaba totalmente
parada y luego de masageármela por unos segundos me paré y vi como
los ojos de Natalia se clavaban en mi miembro erecto. Me acosté sobre María,
introduciéndole mi pija sin más demora y empecé a cojerla
fuerte, mientras las besaba a ambas. María ya estaba como loca, gemía,
gritaba, acababa teniendo un orgasmo maravilloso, inolvidable...

Yo
ya estaba listo para explotar así que decidí sacar mi pija de esta concha
que desbordaba sus jugos y me puse de rodillas sobre ella mientras le daba
los últimos sacudones a mi pija que comenzó a largar chorros de semen
sobre sus tetas mientras sus manos lo esparcían sobre ellas.


Ibiza Date: Nov 5th @ 4:51pm EST
Mientras esperaba me dediqué a adujar todos los cabos, a
dejar impoluta la cubierta, a disponer todo el barco para que la travesía fuese
del máximo agrado de todos; aquel viernes el cielo estaba despejado y la suave
brisa del sur nos llevaría rápidamente a nuestro destino, Ibiza, donde
pasaríamos el fin de semana a bordo de mi velero, una embarcación de 9 metros
que disponía de un amplio confort para los tripulantes. Era una travesía
especial; aunque sabía de sobra que mi novia, Ana, tenía un amante con el que
compartía la vida en Madrid, no lograba hacerme a la idea.


Nuestra relación era algo extraña, ya que yo residía en un
pequeño pueblo de la costa alicantina y Ana vivía en Madrid, mientras terminaba
los estudios; nos veíamos poco, y ella, ardiente y fogosa como era, no encontró
impedimento alguno para recibir las dosis de sexo que necesitaba. Yo al
principio lo había tomado como un juego, pero al final caí en la cuenta de que
su relación era una realidad a la que yo me había acomodado. La quería demasiado
como para dejarla, así que consentí en su devaneo sexual, a cambio de que no me
dejara nunca. Pero aquella iba a ser la primera ocasión en que me encontraría
cara a cara con mi rival y la verdad, estaba nervioso como un colegial; todo
había sido una idea de Ana, a fin de calmar un poco su remordimiento para
conmigo y a la vez escudriñar una posibilidad morbosa de emparejarnos los tres.


Pasaban dos minutos de las doce de la mañana cuando apareció
mi coche en el aparcamiento del puerto, conducido por un hombre que pensé que
era él, y efectivamente no me equivoqué; era un tipo espigado, moreno y
atractivo, ataviado con un traje de ejecutivo que bajó del coche apresuradamente
para abrirle la puerta a Ana, que salió sonriente. Se cogieron de la mano y
caminaron hasta el barco como dos enamorados; una punzada de celos atacó mi
corazón, pero no era nada comparado con lo que tendría que soportar a lo largo
de los tres días que estaríamos juntos. Subieron a bordo y Ana nos presentó, nos
dimos la mano con bastante frialdad por mi parte y nos dispusimos a zarpar;
mientras hacía la maniobra para salir Ana acompañó a Jaime, que así se llamaba
nuestro "partenier", al camarote principal para que se cambiase de ropa y
pudiese estar más cómodo durante la travesía.


Ya estaba saliendo del puerto, izando las velas y poniendo
rumbo hacia la isla cuando aparecieron los dos por la escotilla, sonrientes;
pensé que habían tardado demasiado, pero traté de desechar la idea de mi cabeza,
puesto que nos quedaban unos días por delante y de lo que se trataba era de que
Ana estuviese feliz. Tras preguntarme si hacía falta que me ayudase con algo de
forma amistosa, le dije que no hacía falta, ya que estábamos de camino a nuestro
destino, con un toque irónico en mi voz, lo que provocó que mi novia me lanzase
una mirada de reproche, lo que me dolió más que nada hasta ese momento; traté de
relajarme y tras ajustar todos los parámetros de nuestra ruta, nos sentamos los
tres a disfrutar del sol y el viento, camino de Ibiza.


Fue entonces, en la inmensidad del mar, en la soledad de
nuestro barco, cuando se planteó el tema crucial de aquel viaje; me relató Ana,
a lo que Jaime asentía, que su relación se basaba en la amistad y la carencia de
afecto efectivo al estar yo a muchos kilómetros de ella durante gran parte del
tiempo. Jaime sabía de mi existencia y aceptaba aquella relación a tres bandas y
Ana sentenció que para ella los dos éramos sus novios. No tenía nada que
objetar, si quería seguir con Ana tenía que aceptar aquella singular relación.
En cuanto al sexo, ella quería disfrutar de los dos y esperaba que llegásemos a
un buen entendimiento, algo con lo cual yo era un tanto receloso, ya que nunca
se me había pasado por la cabeza estar con un hombre, aunque a decir verdad,
tampoco era muy lógico estar allí con ellos dos, así que esperé la evolución de
los acontecimientos. Se notaba que la situación ponía cachonda a Ana, así que
propuso comenzar a conocer nuestros cuerpos en ese mismo momento, y sin decir
más se quitó la camiseta que llevaba, dejando al descubierto sus dos
maravillosos pechos; azorado y pudoroso, aparté la mirada de ella, fingiendo
controlar alguna parte del barco.


Ella se dio cuenta de mi nerviosismo. - " Vaya, parece que te
va a costar un poco, ¿no?. Está bien, cuando estés preparado ya me lo dirás.
Vamos, Jaime, hagámoslo abajo, en el camarote", y sin mediar palabra con él, lo
tomó de la mano y se lo llevó abajo. Jaime me miró de soslayo con una mirada de
disculpa pero la siguió; yo me quedé clavado en mi asiento verlos desaparecer y
sin saber que actitud adoptar, centré mi mente en el horizonte; me preciaba de
ser un buen navegante, así que tomé los mandos de mi barco y me puse a navegar
de forma técnica, pasando las olas con solvencia y controlando la escora y
velocidad, concentrado en los dígitos de la pantalla que me daba los datos. Poco
a poco esa concentración quedó hecha añicos cuando unos gemidos de placer
llegaron nítidos hasta mis oídos procedentes del camarote principal; al
principio traté de no hacerles caso, de apartar esa llamada al placer de mi
mente, pero parecía que el viento los empujaba hasta lo más recóndito de mi
cerebro.


O me volvía loco o me unía a aquel perverso placer que tenía
en mi Ana a su diva fogosa; mi miembro, oculto bajo un bañador amarillo, me
lanzó unas bengalas de socorro que impactaron contra mi corazón. Una parte de mí
quería unirse a todo lo que la situación representaba, pero otra era reacia a
seguir con aquella indolencia maquiavélica inventada por Ana. Recordé que una
escotilla daba justo encima el camarote donde se encontraban los amantes, y
luchando contra mi punzada de rencor, me levanté y guié mis pasos, cautelosos y
con sigilo hasta la escotilla; pero, ah canalla, la cortina opaca sujeta a la
parte interna del vidrio se hallaba cerrada, por lo que no pude ver nada.
Regresé a mi puesto de mando y me sorprendí a mí mismo acariciándome por encima
del bañador, embriagado por el dulce gemido de mi novia, y me pregunté que debía
hacer. - "Cariño, te puedes acercar, por favor". La voz de Ana me sacó del
ensimismamiento, me sobresaltó e involuntariamente aparté mi mano de mis zonas
íntimas, casi caigo al suelo; asomé la cabeza por la entrada y vi la puerta del
camarote entornada; los efectos de la luminosidad exterior me impidieron enfocar
la imagen de Ana. - "Podrías traernos un poco de hielo, por favor". "Encima
recochineo", pensé, pero conectando el piloto automático dejé el barco solo y me
dirigí al congelador, llenando una cubitera para ellos; me acerqué a la puerta
de donde no salía ningún sonido y por un momento pensé en entrar sin avisar y
encontrarme de una vez con lo que había sido una imagen fija en mi cabeza.


Pero mi cobardía llevó a retirar mi mano del picaporte y a
golpear con mi puño en la hoja cerrada. La cara de Ana apareció sonriente y le
pasé el cubo: me pude fijar que de las comisuras de sus labios resbalaba una
sustancia blanquecina que asocié al semen, pero antes de que pudiese decir nada
la puerta se me cerró en las narices. Volví a mi puesto, un tanto enfurecido, y
me centré de nuevo en la navegación; durante las siguientes horas a solas no
paré de darle vueltas al tema, tenía que decidirme por afrontar la situación o
terminar con Ana. Fue una dura lucha conmigo mismo, pero al final decidí que si
había soportado que me lo contase, que conociese a su amante y que encima
hubiese presenciado, aunque solo fuese de oídas, uno de sus tórridos encuentros,
podría pasar por el hecho de compartirla en la cama también. Resolví que se lo
diría en cuanto la viese aparecer en cubierta. Eso no ocurrió hasta un rato
después; ya llevábamos siete horas de travesía en las que ellos habían estado
cinco en el camarote, pero pensaba que no todo el rato habían estado haciendo el
amor, puesto que si fuese así yo no daría la talla ni de lejos.


A lo lejos se divisaba Ibiza ya, cada vez más cerca, y no nos
faltarían más de tres horas para llegar cuando salieron; para mi desasosiego,
ambos salieron a cubierta totalmente desnudos, lo que volvió a provocar el rubor
en mis mejillas. Salían con cara de fatiga pero de satisfacción al tiempo que
una sonrisa se dibujaba en sus labios; el pudor debía haberse quedado en el
puerto, ya que actuaron con toda naturalidad. Ana se me quedó mirando fijamente,
tratando de averiguar lo que me pasaba pro la cabeza; en eso era especialista y
enseguida supo que me había decidido a aceptar el asalto. Sonrió y fue como la
señal; me puse en pie y decididamente me solté el cordón del bañador y me lo
bajé hasta los pies, apartándolo a un lado con el pie izquierdo, pero con tan
mala suerte que cayó por la borda y se perdió en el agua, lo que provocó las
risas de los dos.


Me quedé plantado allí en la cubierta, de pie, mientras ellos
se reían, y fue cuando me fijé en el tamaño del miembro de Jaime; era bastante
más grande que el mío, largo y grueso. La piel de su prepucio apenas abarcaba su
grosor y la punta salía desvergonzada, en una mueca que simulaba a una sonrisa
de satisfacción por sí misma. Me relajé un poco y me senté de nuevo a los mandos
del barco; Ana se tendió sobre cubierta para disfrutar de los últimos rayos de
sol mientras su amante le acariciaba el torso. No cambiamos más palabras hasta
llegar al puerto de Ibiza.


Tras vestirnos, atracar el barco y resolver el papeleo en las
oficinas, nos dispusimos a cenar algo en un bar del puerto; parecíamos tres
amigos de toda la vida, yo mas relajado, intercambiando chistes y anécdotas.
Tomamos una copa relajados y pude contemplar como bailaban pegados, fundidos en
un abrazo, cuerpo con cuerpo, recorriéndose con las manos y al final, agotados
por la travesía, nos fuimos al barco para descansar; yo le susurré a Ana al oído
que ya estaba preparado, pero me dijo que hoy no, que dado el numerito que había
montado al principio del día, tendría que esperar.


Una vez más vi como se cerraba la puerta y desaparecían los
dos en el camarote. Me quedé solo en mi cama, más pequeña que la suya, y no pude
pegar ojo hasta que los gemidos cesaron; me entregué a los brazos de Morfeo
pensando en el día siguiente, donde todo se arreglaría. La mañana amaneció
luminosa y llena de vida; me desperté pronto y salí a cubierta a empaparme de la
fragancia del viento y la sal del mar, acompañados de la frenética actividad que
en el puerto se desarrollaba. Estaba decidido a contentar a mi novia, a hacer
realidad sus deseos y me fui hasta una panadería a buscar algo para desayunar.


Preparé café caliente y dispuse la mesa con los croissant
recién hechos y una rosa a modo de decoración romántica; el aroma que emanaba el
café debió causar su efecto, ya que al poco tiempo escuché sus voces y sus
risas. La voz de Ana me llamó, me acerqué a la puerta y esperé. - "Pasa, no
tengas vergüenza", me susurró sibilina. Ya estaba armado de valor para
enfrentarme con aquella situación, así que giré el pomo de la puerta y abrí;
allí estaban los dos tumbados en el confortable colchón tapados únicamente con
una sabana, abrazados. Delante de mis narices se dieron los buenos días con un
beso en la boca, breve pero intenso; mi novia retiró la sábana que los cubría y
me permitieron contemplar sus cuerpos desnudos. Una pierna suya estaba por
encima del estómago de Jaime y con la mano izquierda acariciaba el miembro
erecto de su amante; me miró desafiante. - "¿No me vas a dar un beso de buenos
días?", me dijo. Me acerqué a su lado un tanto receloso y deposité un breve beso
sobre sus labios, con cierta prudencia al recordar el semen que debió bañarlos
la noche anterior. - "¿Qué me decías ayer que habías decidido?", sonrió. "Si era
cierto lo que decías, ¿por qué no empiezas por acariciar esta polla tan
maravillosa?".


Y lo decía con toda la naturalidad del mundo; no podía
echarme atrás, ahora no, ya que me había decidido. Tartamudeé la excusa de que
el café se enfriaría, pero ella dijo que eso podía esperar; me invitó a quitarme
el bañador que llevaba puesto y unirme a ellos en la cama. Ya no lo dudé, me
quité lo que me había dicho y me tumbé al lado de mi novia, quedando ella entre
los dos; Ana me cogió de la mano y me llevó hasta la polla de Jaime, me enseñó a
moverla con suavidad, a recorrer todo el tronco sin apretar demasiado, a
presionar donde más placer daba, aunque yo ya lo sabía, puesto que no era la
primera vez que me había masturbado. El contacto con aquel miembro viril al
principio me sobresaltó, pero su candidez y textura me hicieron ganar confianza;
palpitaba en mi mano como un ser con vida propia y acostumbrado a tener mi
miembro en la mano, aquel me parecía mucho más grande.


Estaba nervioso, pero la angustia había dejado paso la
relajación, como si me hubiese desprovisto de un tabú que me atenazaba desde
hacía tiempo; ellos comenzaron a besarse mientras yo seguía concentrado en la
masturbación que le prodigaba a mi rival y mi novia, agarrando mi cabello, me
hizo descender hacia la parte de los pies de la cama, hasta que mi cabeza estuvo
a la altura de su vientre. Abrió las piernas y permitió que mi cara se alojara
entre sus muslos; mi boca se pegó a su sexo y mi lengua lo exploró. Sabía que
hacía muy poco tiempo la polla que tenía en la mano, masturbándola, había estado
alojada en el lugar que yo ahora tenía la lengua, pero ya nada me importaba,
mientras ellos seguían besándose; una de las manos de Jaime apretaba soezmente
el pecho derecho de Ana, lo que a ella no parecía importarle a pesar de que a mí
siempre me había dicho que tuviese cuidado con apretarlos, ya que eran muy
sensibles, pero parecía que todo el cuadro que estaba viviendo la hubiese hecho
cambiar. - "¿Por qué no traes el desayuno aquí, que realmente necesitamos coger
fuerzas?", me dijo Ana despegando sus labios de los de Jaime y abriendo los
muslos para que pudiese oírla.


Me levanté de la cama y Ana se dio cuenta de que mi polla
estaba erecta. - "Ya sabía yo que te acostumbrarías y los disfrutarías", me dijo
dándome una palmada en las nalgas. El café estaba todavía caliente y los
croissant mantenían el aroma de hacía unos minutos; lo puse todo en una bandeja
y los deposité en la cama, aprovechando un momento en que se habían separado del
abrazo para hacer sitio, y coloqué la bandeja entre sus dos cuerpos, a modo de
venganza.


Pero el plan se me vino en contra. - "¿Por qué no aprovechas
que desayunamos para familiarizarte con la polla de Jaime?", me dijo Ana
haciendo un gesto con la mano que me hizo entender que le gustaría verme
lamerla. Ya me daba igual, así que me fui hacia el lado donde él estaba y me
tendí en el colchón entre sus piernas; cogí de nuevo su miembro con una mano y
miré cómo Ana asentía mientras mojaba un trozo de croissant en el café. Jaime me
observaba paciente cuando cerré los ojos y agaché la cabeza lentamente hacia el
capullo sonrosado que me esperaba anhelante; mis labios rozaron el glande que ya
había replegado la piel, pero sin despegarse, mi boca fue abriéndose lentamente,
permitiendo que la polla penetrara, resbalando por mis labios secos, hasta
quedar la mitad del tronco alojada dentro. En ese punto de la situación ya no
había necesidad de andarse con remilgos, por lo que comencé a menear mi lengua
sobre el duro tronco mientras mi labios se iban mojando y resbalaban con más
ritmo sobre toda la extensión; no debía hacerlo tan mal, ya que Jaime comenzó a
gemir despacio, derramando el café sobre la sábana mientras Ana no dejaba de
desayunar, divertida ante el espectáculo que le estaba brindando.


En ese momento surgió la frase temida. - "Me voy a correr".
Ana dejó la taza apresuradamente sobre la bandeja, derramando lo poco que
quedaba de café, y se acercó a mi boca; me la saqué de la mía, sabiendo lo que
se me venía encima, pero repasando con mis labios el tronco por un lado mientras
mi novia hacía lo mismo por el otro y acariciaba los testículos de su amante,
cuando de repente una erupción blanca salpicó nuestros rostros, empapando mis
mejillas y la nariz de Ana, quien, pasado el primer golpe de semen, se metió la
polla en la boca golosamente, succionando con pasión hasta que no dejó una sola
gota. Con restos de semen en la boca aún, me besó profundamente, haciéndome
partícipe del sabor ácido del placer de nuestro compañero.


Un tanto avergonzado por lo que acababa de hacer, pero feliz
al ver el resplandor de gratitud en los ojos de Ana, me levanté y me dispuse a
recoger los restos del desayuno y mientras ellos se aseaban y vestían. Pasamos
todo el día del sábado de visita por la isla, comimos un rico caldero de
langosta que me salió por un ojo de la cara (y es que quería hacerme el machito
invitando yo), recorrimos la ciudad de Ibiza, como unos turistas más,
curioseando en las tiendas, los tres abrazados por las calles, aunque podía ver
cómo las manos de Jaime se iban una y otra vez a posarse sobre las nalgas de
Ana. Tras unas compras, antes de cenar, resolvimos ir a descansar en el barco un
ratito; Ana se había comprado unos modelitos bastante escandalosos, unos zapatos
de un tacón increíblemente altos y me prometió hacerme un pase especial.
Llegamos al barco y enseguida se despelotaron, invitándome a imitarlos; cuando
me quedé desnudo ellos ya estaban en la cama; Ana estaba de costado y Jaime del
mismo modo abrazándola por la espalda y yo me recosté a su lado, de cara a mi
novia.


Pude notar una de las manos de Jaime cogiendo uno de los
pechos de Ana, así que yo me apropié del que quedaba libre. Los tres quedamos
dormidos en poco tiempo; no se cuanto tiempo estuve dormido, pero no supe si en
sueños o no, los gemidos de mi novia seguían metidos en mi cabeza, incluso un
movimiento casi imperceptible me meció en mi sueño; me desperté lentamente, abrí
un ojo y observé la cara de Ana, con una sonrisa dibujada en sus labios y la
lengua relamiéndose. Algo estaba pasando.....


Mi novia abrió los ojos, me sonrió y pegó sus labios a los
míos y acto seguido presionó mi cabeza para bajarme por su cuerpo hasta la
altura de sus pechos; para entonces ya sabía que Jaime la estaba penetrando.
Había temido ese momento desde que embarcamos, pero ya no había vuelta atrás;
lamí sus pezones duros, uno a uno, repasé con mi lengua el contorno de sus
pechos, y sin que ella siguiese presionando mi cabeza, bajé por su vientre, lamí
su ombligo y al final llegué a su entrepierna. El falo de Jaime estaba enterrado
en su coño, hasta el fondo, y se movía despacio, casi ni se notaba, pero hacía
que el cuerpo de Ana vibrara; acerqué la lengua al caliente volcán y lamí sus
labios abiertos, profundicé un poco y luché por hacerme un hueco en su tesoro.


Pero la mano de Ana sacó la polla de su coño y la llevó hacia
su culo; al principio no me di cuenta, cuando logré meter toda la lengua dentro,
pero al poco caí en la cuenta. Ella nunca me había dejado que la poseyera por
detrás, y ahora estaba lamiéndola y a pocos centímetros una polla estaba
poseyéndola analmente; podía sentir el miembro en mi lengua, a través de las
finas paredes de su interior, esta vez penetrando con ritmo, con fuerza. No pude
soportarlo más, me incorporé, poniéndome a la altura de Ana y abrazándola,
enterré mi polla tremendamente cura en su coño, con violencia; los bombeos no
duraron mucho tiempo, ya que estaba muy excitado y al unísono Jaime se corrió
conmigo, llenando a mi novia por sus dos agujeros.


Caímos rendidos los tres sobre el colchón, ella nos abrazaba
con fuerza, y entonces lo soltó. - " Podrías ser nuestro juguete, cariño". Al
principio me cogió por sorpresa, me quedé a cuadros, pero Jaime, que ya sabía de
mis gustos, apoyó la propuesta; no sabía que decir, pero era lo que quería en el
fondo; me mandaron a comprar algo de cena, ya que esta vez nos quedaríamos en el
barco, lo preparé todo y esperé a que aparecieran. - "Ya sabes cual es tu sitio,
cariño, no te hagas el remolón", me dijo Ana. Me metí debajo de la mesa y me
senté en el suelo, poniendo la cabeza en la parte del asiento; enseguida observé
cómo Ana iba a ocupar su sitio, o sea, sobre mi cara, avanzó por el banco
corrido alrededor de la mesa y se colocó sobre mí. Fue descendiendo poco a poco,
levantándose la corta falda que lucía y dejando rozar sus braguitas en mi cara,
hasta que descansó todo su peso sobre mis mejillas, acomodando mi nariz entre
sus labios vaginales; entonces comenzaron a degustar la cena y durante todo el
tiempo estuve en la gloria bajo el culo de mi novia.


Con los postres invitó a Jaime a que me probara como cojín,
cosa que no me hizo mucha gracia, pero ya había aceptado ser su perrito; pero él
se quitó los pantalones y los calzoncillos para tomar asiento; sus nalgas eran
duras pero flexibles y se amoldaron bien a mi cara. Ana estaba muy excitada con
aquel numerito, así que noté cómo se metía debajo de la mesa y le prodigaba a su
amante una buena mamada; Él debía estar en la gloria, ya que tenía una lengua en
el capullo y otra en el culo. Sin más respiro que el de levantarse de mi cara,
me llevaron a la cama de su camarote y me lanzaron a él de bruces; ya sabía lo
que se me venía encima y no me resistí. Ana se subió sobre mi cabeza, sentándose
sobre ella y aplastándome la cara en el colchón mientras Jaime, levantándome la
grupa por las caderas, abría mis piernas y escupía sobre la entrada de mi culo
virgen. A decir verdad no noté todo el dolor que temía; jaleado por mi novia, el
capullo se apoyó entre mis nalgas y mientras se fundía en un beso con Ana, Jaime
fue presionando poco a poco, abriendo camino en mi estrecha galería hasta que de
un golpe final consiguió meterla hasta el fondo. El bombeo dentro de mi ano fue
violento, muy rápido, sus dedos se clavaban en mis caderas y sentía la humedad
del sexo de Ana en mi nuca, pero por fin estaba entregado por completo a mi
novia, lo que siempre había querido.


El calor que inundó mis entrañas fue indescriptible, un
alivio que tiró por el suelo todos mis miedos y recelos, lo disfruté tanto como
ellos. Me dieron la vuelta y Ana quedó sentada sobre mi cara, lamiendo yo todo
su sexo con pasión, con el culo roto y el miembro erecto, mientras ella hacía lo
propio con su amante, ya que también quería su ración de placer; una vez puesto
en condiciones, Ana se recostó sobre mi pecho y Jaime se colocó detrás suyo, de
rodillas y sin previo aviso se la metió de un solo golpe, hasta el fondo,
arrancándole aullidos de placer mientras me devoraba la polla como nunca antes
lo había hecho. Lamí su coño follado, el trozo de polla que salía y entraba e
incluso sus testículos que bailaban al son de las embestidas, pero a la hora de
evacuar el placer retenido, Jaime se la sacó y la metió en mi boca, apurando los
últimos bombeos y derramando su germen en mi garganta que esta vez sí, saboreé a
solas. Por la mañana nos despertamos los tres abrazados, hechos un ovillo, en un
enredo de piernas y brazos, con Ana bien estrechada por los dos.


- "Solo te queda el bautizo final, cariño". Nos fuimos los
tres al estrecho baño del barco, que todo él era una ducha, y me arrodillé bajo
ellos; mi novia tomó la polla de su amante con una mano y la apuntó hacia mi
cara; al instante un chorro de orina se proyectó ante mis ojos, bañándome la
cara y el pecho, mientras Ana, poniendo su entrepierna justo encima de mi
cabeza, hacía lo propio, diciendo que debería tragar un poco en señal de buena
voluntad, así que abrí la boca y la orina de los dos, fundida en una sola,
inundó mi boca y regó mis entrañas. Tras asearnos y vestirnos, zarpamos a las
once de la mañana rumbo a la península, una travesía que duró siete horas, ya
que la hicimos a motor, puesto que ellos debían tomar un tren hacia Madrid a las
ocho de la tarde, pero en la que tuvimos tiempo de disfrutar de nuestros cuerpos
unas cuantas veces más. Los fui a despedir a la estación, se fueron juntos,
abrazados y besándose.


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